Quisiera palabras
desnudas,
con el sentido que tuvieron
al ser usadas por primera vez.
Quisiera palabras
sin rebozar en harina y huevo,
tan brillantes
como peces recién salidos del agua.
Quisiera pelotas que golpean fuerte
contra la pared,
producen eco
y vuelven vivas.
Quisiera palabras
salidas del estómago,
sin edulcorar,
con la verdad del orujo,
bellas e incómodas
al mismo tiempo,
que generen
paz e inquietud.
Quisiera palabras
que se convierten en carne,
palabras que,
al igual que el viscoso recién nacido,
estén sucias de vida
antes de empezar a vivir.