Cosas que has hecho solo una vez en la vida. Escuchaba el otro día en voz de la actriz Miren Gaztañaga un extracto de la obra teatral Ezekiel en la que el protagonista se preguntaba sobre las cosas que ha hecho una sola vez en la vida y ponía algunos ejemplos como “correr desnudo por la nieve”. Si nos preguntan por cosas que hemos hecho solo una vez en la vida, respondemos con situaciones excepcionales: Acudir como invitada a una boda en Japón, subir escalando una cascada congelada…
Sin embargo, todo lo que nos sucede en la vida nos sucede solo una vez. Esa vez. Todo lo que ocurre, existe únicamente en ese momento y no se repite nunca más en la vida, aunque volvamos a hacer algo parecido o incluso idéntico. Solo está ocurriendo ahora, no va a volver a ocurrir.
Podemos encontrarnos con una persona muchas veces, en los mismos sitios, a las mismas horas, pero cada encuentro será único y no volverá a suceder. Ser consciente de ello, sin duda, nos hace vivir con más intensidad, con más emoción.
Llegan unas fechas que provocan felicidad y alegría en mucha gente pero que también deprimen a muchas personas. Ojalá pase cuanto antes, desean, cuando llega la Navidad. No sé si les sirve de consuelo, pero quizás pensar que lo que ocurra en la cena de Nochebuena o en la comida de Navidad solo va a ocurrir una vez y no se va a repetir pueda ayudarles a llevarlo mejor. Apreciar que quizá al año siguiente pueda faltar alguien en esa mesa, o que las condiciones en las que se encuentren no sean las mismas.
Quizá la alternativa pueda ser intentar poner todos nuestros sentidos en lo que estamos haciendo en cada momento, como si estuviésemos corriendo sin ropa por la nieve o bebiendo sake en una boda japonesa. Con curiosidad, con atención, intentando que el velo de la rutina no oscurezca el paisaje.
Cosas que has hecho solo una vez en la vida. Lo que he hecho hoy, por ejemplo. Lo que estoy haciendo ahora mismo.