Me ha dicho Alazne que, aunque es pronto aún para cerrar el repaso del año, este 2019 lo va a recordar ella por dos descubrimientos que le están dando grandes alegrías. Me lo ha dicho con una sonrisa pícara. Según me dice, uno no tiene que ver con la mente, el intelecto; el otro con el cuerpo.
El primero es Traductor Automático Neuronal (Itzultzaile Neuronala) que se presentó recientemente. Se trata de un traductor creado a partir de Inteligencia Artificial y que gracias a las memorias de traducción recopiladas durante años, ofrece resultados de gran calidad. Según me cuenta eufórica, el día en que introdujo un párrafo en castellano y comprobó que lo traducía casi perfecto al euskera, comenzó a dar besos a la pantalla del ordenador. Cuánto tiempo y esfuerzo le iba a ahorrar ese invento.
Y en cuanto al otro descubrimiento… Alazne ríe. Y yo también, porque ya sé qué me va a decir. Me va a hablar de ello, del famoso aparato del que últimamente hablan todas. Sí, así es, Alazne también ha sido una de las tantas mujeres que este año ha descubierto el famoso succionador de clítoris. “Pero yo no me he comprado el chino ese que tienen todas eh?, sino el sueco, que es mucho mejor, vas a comparar…”, me dice al oído, guiñándome el ojo. Y reímos. Lo hacemos como cuando teníamos veinte años.
Cómo me alegra verla así. Y pienso en su satisfacción, merecida, pero también en la que tienen que sentir las personas que inventan algo para las demás. Las personas que pasan horas diseñando, probando, construyendo, estudiando, acertando y fallando, para sacar adelante un proyecto, un invento, una nueva creación que pueda dar alguna alegría a alguien.
¡La ciencia avanza que es una barbaridad!, me dice Alazne riéndose, antes de irse. Y pienso: joder, qué alegre le pone a esta el traductor neuronal. Habrá que probarlo.