Vivimos en un mundo que grita más que habla y eso también se traslada a nuestra escritura. Esta sobreproducción de exclamaciones, que más que exclamaciones parecen espadas alzadas en son de guerra, se une además a la manía de escribir en mayúsculas, como si así nos fueran a hacer más caso.
Vivimos en el mundo de lo inmediato, y el punto y coma parece retardar nuestro mensaje, nos impacientamos, y por eso dejamos de usarlo; un mundo en el que cada vez hay menos lugar para mostrar la complejidad, un mundo de puntos tajantes; un mundo en el que se premia la contundencia y la duda es una debilidad; un mundo en el que se menosprecia el potencial de la duda para intentar explicarnos el misterio que nos rodea.
Leo en el artículo que me advierte de la posible desaparición del punto y coma una frase de la doctora en Filología Románica Paz Battaner, en la que describe este signo en peligro de extinción como «un pequeño instrumento de precisión que sirve para ordenar el discurso escrito con más finura que la vulgar coma o que el tajante punto». Recuerdo también un artículo de Andu Lertxundi en el que advertía de que el punto y coma está a punto de ahogarse “entre la larga pausa del punto y el breve aliento de la coma”.
Si la cara es el espejo del alma, la escritura es espejo de nuestros tiempos. Cómo escribimos, así vivimos. Y me parece que nos estamos dejando los matices, el tono, la riqueza expresiva. Para intentar sustituir todo esto utilizamos la repetición una tras otra las exclamaciones al final de nuestras frases, las mayúsculas que parecen que piden auxilio… Mientras tanto, el punto y coma ahí está, esperando cumplir su función en una frase, aunque se resigna a que lo usemos para dibujar el ojo guiñado de un emoticono.
Curioso. Me decidí a escribir en pleno vértigo de los cincuenta años (lo del vértigo no es cierto, pero suena a literatura, ¿o no?) y lo primero en lo que me fijé fue en la puntuación, resultndo el punto y coma un reto para mí; un reto al que le dediqué tanta atención que es raro el cuento breve (envuelto en la nube de los eternos neófitos) en que no hago uso. ¿Tendré que sufrir la desidia de quienes lo miraron solo de soslayo?
Urte Berri on, Karmele; desde la distancia entre giputxilandia (en plena efervescencia por parir -guiño a tu cuento de la adopción-un proceso participativo ciudadano para razonar la sinrazón de una incineradora que nos quiere imponer la Diputación. Nos auxulia @hitzartukide @tgurasos) a Bizkaia un 29 de diciembre del 2017.
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